Pablo Velásquez M.
En recientes días, recibí de forma gentil un regalo bibliográfico del autor
del libro: ¿Fin de ciclo? Limitaciones históricas y políticas del
"Proceso de cambio".
Tras una lectura rápida, por el interés de la temática, quiero mencionar
algunas impresiones que me ha dejado la lectura, en consideración de las ideas
del autor, José Daniel Llorenti, y las mías.
Antes de todo, me parece necesario y atrevido presentar un texto con todas
las cualidades positivas y negativas
sobre el "proceso de cambio", en crisis el día de
hoy. Realizar una crítica fundamentada, y no solo pasajera, siempre es un acto
difícil, pues se está expuesto a la reprobación de los militantes y simpatizantes,
pero también a la posibilidad de equivocación o acierto. Esto último dependerá
de la profundidad de las ideas y el tino político en sus aseveraciones.
Sin más, comento algunos temas centrales de su autocrítica hecha libro.
Empiezo por el final. En sus conclusiones, Llorenti afirma: Fin de
ciclo, sí… fin del MAS, no.
Desde una perspectiva distante al MAS y al proceso de cambio, quizá sería
importante plantearse el fin del MAS también, pues, como órgano político, no
tiene mayor trascendencia más que el Evismo.
Pero para el autor, el partido es importante, pues, en la corriente marxista
a la que adhiere, el partido es el medio en que pueden viabilizarse las
aspiraciones y pretensiones de su grupo social y político, lo nacional-popular,
de acuerdo a su definición.
Ya puede leerse, en la importancia de ciertos asuntos y la forma de
afrontarlos, cierta vinculación con un tipo de marxismo y un tipo de nacionalismo,
el zavaleatino, según se ve. Y en ese sentido, si algún grave error
tiene el libro, es su lectura marxista de la cuestión, pues no le suma
cualidades o herramientas para su análisis, sino que se las limita.
En el primer capítulo, se hace referencia al parangón entre el MNR y el MAS,
de lo que puede resumirse en las tareas pendientes que dejó y otro las retomó,
sin mucho éxito, en mi parecer.
No es la primera ni única vez que se refiere a la comparación entre estos
dos grandes partidos políticos, pero, honestamente, el MNR tuvo cualidades de
partido que el MAS no tuvo, y la única forma de comparación es posible a nivel
de períodos históricos: la revolución; pero no en cuanto estructuras políticas.
Ante esto, quedan más preguntas que respuestas, como: ¿Es lo mismo la
revolución democrática cultural que la revolución nacional? ¿Quién fue el
sujeto o sujetos determinantes en estos episodios históricos?
¿Fueron una expresión más de la revolución al estilo marxista en cuanto
a lucha de clases?
El debate es amplio, sin embargo, cierro la cuestión rescatando el tercer
elemento al que hace referencia: el elemento indígena.
Es probable que, más allá de los partidos MNR y MAS, en sus tiempos y
personajes, se puedan concebir esos procesos históricos sin ellos, pero no
ocurre lo mismo con los indios, pensar en una revolución nacional sin indios,
una revolución democrática cultural sin indios, no es posible.
Curiosamente, son ambos partidos los que han
fetichizado al indio como campesino. Si el MNR no lo logró, fue el MAS
quien impuso esa perspectiva de clase sobre las nacionalidades, generando con
ello la abominable definición: indígena originario campesino.
En el segundo capítulo, se hace referencia al sujeto histórico y al bloque
histórico, seguido de un tercero que se refiere al proceso de cambio, como
expresión de ambos. Y otra vez se ve
envuelto el análisis en la disyuntiva de clase o nación. Tal cual se refleja en
la disensión entre mineros y campesinos y en las fuentes de resistencia
anticolonialista, antioligárquica y
antineoliberal. Pero estos elementos tienen un factor común:
mineros y campesinos son indios. Las resistencias germinadas en su campo de
batalla de los tres antídotos también fueron hechas por indios.
Aunque ciertamente la consideración de ordenamiento racial
del país no es suficiente, pero es vital para su entendimiento.
Hasta aquí, tal vez no hay mucha novedad, pero desde el capítulo 5 se entra
a la crítica, quizá algo amable y disimulada, al referirse y señalar al Evismo.
Siguiendo su línea de argumentación, ¿es acaso Evo Morales la expresión más
cabal del bloque histórico o el bloque histórico con el MAS es la expresión de
un Evismo?
Ambas respuestas son posibles, y Llorenti trata de encontrar alguna
explicación. Sin embargo, aunque bien se puede caracterizar al MAS como una
expresión de Evo Morales y su acción política, la pregunta central es si el
Evismo puede considerarse una corriente política ideológica en el MAS y fuera
de él.
No sin entrar a un terreno escabroso, un tal Evismo como corriente de de masas es posible hasta ahora, pero es
risible la idea de un Evismo como idea política a largo plazo y profunda. Los
indianistas habían denunciado este desde inicio de la revolución cultural democrática, pero ni uno ni otro hicieron nada al respecto. Evo
era todo en su tiempo y era claramente un motivo para el acabose del partido.
El libro de las evadas de Evo muestra la
calidad del líder.
Otra pregunta importante es: ¿Sin Evo Morales es posible un MAS? La
respuesta parecía haberse dado con el gobierno de Arce, sin embargo, todavía
está pendiente y se responderá en las elecciones venideras.
Creo que el siguiente capítulo, sobre las etapas del proceso de cambio, es
el más rico en cuanto a ideas y políticas posibles en el MAS.
Allí se rescatan las ideas de periodización de los principales pensadores
del proceso de cambio, entre ellos: García Linera, Moldiz, Navarro, Bautista,
Molina y Viaña.
No es necesario repetir sus postulados, pero sobresale la capacidad de
Bautista de prever el golpe de 2019 un año antes.
Tampoco cabe preguntar el cómo logró esto, pero evidencia que el MAS, entre
tantas cosas, nunca tuvo filósofos políticos. Tanto fue el vacío que moralistas
logran hacer el trabajo en la carencia.
Y en segunda instancia, cabe también preguntar sobre si el MAS en el tiempo
de su gobierno logró formar o desarrollar pensadores de su línea política,
creyentes del proceso de cambio. Pero hasta parece que fueron apenas
simpatizantes con un pie fuera y otro dentro.
Lo que indica que hablar de un proyecto político masista es improbable.
Ya en los siguientes capítulos, Llorenti procura identificar las razones del
descalabro del MAS y la revolución cultural.
Es por demás interesante, pero también limitante, como se señala a la clase media emergente como
causa de la caída. O lo que llama como
aburguesamiento.
Esta idea responde sencillamente a la raíz ideológica del autor, pero no es
la más pertinente. Simplificando el argumento, el proceso de cambio fue muy
beneficioso para la población, que muchos
sectores "populares"
pasaron a ser clase media, misma que, contra perspectiva y aspiraciones, fue
parte de la caída de Evo Morales.
No se puede negar que sectores sociales, como maestros, militares y
policías, mejoraron sus condiciones de vida notablemente gracias al gobierno
del MAS, que, paradójicamente, fueron parte del golpe de Estado contra ese
partido.
Sin embargo, la causa de la traición no parece tener
asidero en la cuestión ideológica, sino en una histórica, y
también llamativamente, esta clase media y tiene un origen étnico claramente
identificable como indio.
Entonces, para comprender la filiación de la traición, es necesario identificar al sujeto
histórico y político, y desde luego, este no coincide con la idea abstrusa de indígena-originario-campesino.
Otra causa de la caída se encuentra en la intervención externa, generando un
golpe blando, que antes en el 2008 no había tenido éxito, pero que en el 2019
sí lo había tenido.
Es cierto, las relaciones internacionales y los intereses geopolíticos
fueron determinantes en la caída del Evismo, mas la comparación con
manuales no es tan fructífera como se cree. La asonada pitita se pareció más a
la asonada del colgamiento de Villarroel que a una primavera árabe. También es
cierto que recursos para grupos estratégicos corrieron a caudales, sobre todo
para las FFAA, la policía, o para pequeños grupos organizados de la sociedad
civil.
Pero estos, aunque muy importantes, no fueron determinantes para la caída.
En una hipótesis, si el conglomerado social, llamado pacto de unidad, se
movilizaba en defensa del gobierno, fácilmente aplastaba y rebasaba al
movimiento pitita. Y de alguna manera se
vio, cuando después de la quema de wiphalas, los grupos alteños salieron en
protesta, derrotando por completo a la policía, ante lo que los grupos pititas
no tuvieron otra opción que escapar cual conejos.
Más allá de este pequeño episodio, surge la cuestión de por qué los
movimientos sociales no salieron en defensa del Evismo.
Para resumir, en la presunción de José Llorenti, tres causas fueron
determinantes para la caída del Evismo, y con él, del MAS: el culto a
la personalidad de Evo Morales, el aburguesamiento del sujeto social popular y los
intereses geopolíticos de EE.UU. en Bolivia.
Sin duda, estas causas son centrales, pero el golpe de 2019 tiene lecciones
que enseñar, con causas más profundas o más lógicas.
En opinión mía, aún no sabemos con claridad si fue fraude o golpe, hubo
parte de los dos, pero también razones para dudar de ambos. En cuanto al golpe,
están las imágenes del proceder de los involucrados decisivos en la caída del Evismo,
las FFAA y la policía riñen con el orden constitucional, ante normas que son
claras por demás sobre este tipo de situaciones. Asimismo, la asunción de Áñez
y su proceso viciado desde todo punto legal y constitucional. Paradójicamente,
quienes reclamaban un Estado de derecho son quienes rompieron todo
procedimiento y prerrogativas legales para tomar el poder.
En cuanto al fraude, es posible que fuera así, sin embargo, EE.UU. y el MAS
se encargaron de encubrir y eliminar indicios. Nadie lo dice, pero es central:
para saber si hubo fraude, quien fuera encargado de la auditoría (Etikal
Hawking) en el proceso eleccionario cuestionado, fue muerto dos años después,
cerrando toda posibilidad de aclarar si hubo cambio en el conteo de votos.
Por otro lado, se exacerbó la rabia y bronca contra Morales y su gobierno
debido a la falta de habilidad política del caudillo cocalero. En política,
decir lo oportuno en el tiempo debido puede cambiar el desenlace de las cosas.
Sin embargo, disiento de la idea de que un supuesto aburguesamiento sea una
causa profunda de la caída de Evo Morales. Primero, porque ricos Aymaras, por
ejemplo, ya existían antes del gobierno del MAS, y no se debe a las mejoras que
el gobierno masista implantó. Muchos Aymaras de sectores de clase media
pertenecen al sector informal, en el que el gobierno del MAS hizo casi nada.
Segundo, en esta misma perspectiva, querer ver al indio como solamente como clase
social sencillamente es fútil. La teoría sociológica marxista no puede
explicar la identidad cultural y su
desarraigamiento. Que es un fenómeno que sucede a diario antes y después del
MAS, y corresponde a la cualidad colonial de la estructura social.
Por ejemplo, el culto a la personalidad no es tanto un problema en el
Kollasuyu, hoy Bolivia. El indio siempre ha sido caudillista. El único error
del indio, caudillo y magnánimo, es que el caudillo no cumplió con su papel. Y
he aquí el error del Evismo: Morales fungía como el caudillo, pero lo
lograba poco, era un caudillo mediocre.
Casi todos aducen que el inicio de la caída fue el referéndum en el que
Bolivia dijo no a Evo Morales. Pero la reelección no fue el problema de fondo,
el problema real fue que Morales quiso ver la cara de tontos a todos con su
frase "cara conocida", en alusión a Zapata.
Y esto no es nuevo en la historia, la mujer siempre ha sido un factor
decisivo en la caída de los caudillos. Por supuesto, dependerá de la calidad
del caudillo para sobreponerse o caer fácilmente.
Póngase el caso hipotético de que, sin Zapata, Evo lograba ganar el
referéndum. Que era lo más probable.
Pero si bien el error fue del caudillo, también parte del partido cayó en
graves errores. Uno histórico e imperdonable fue desestimar la movilización de
subalternos militares en 2014.
Fue increíble cómo un ex militar a cargo del ministerio de la presidencia,
como Juan Ramón Quintana, no tomó la oportunidad para el reemplazo de las FFAA. Entonces, casi
900 militares indios fueron dados de baja, mismos que si con tino político se
les abría la puerta hubieran salido en su defensa para neutralizar a los
oficiales en contra en el 2019.
Pero más que nada, lograr el recambio de las FFAA, punto central y que
mantiene el Estado colonial y servil a la escuela de las Américas de EE.UU.
Esos dos errores de táctica y no profundos fueron el inicio del fin, ya que
su evitación permitía el mantenerse en el poder, pese a los errores de menor
envergadura.
Finalmente, Llorenti pretende mostrar el atisbo de un nuevo sujeto
histórico, conformado por el pacto urbano. Pensando en la dicotomía
campo-ciudad, y representado a sectores como gremiales, transportistas y juntas
vecinales, como alternativa al proyecto indígena campesino.
Y de esta forma estimando que el cambio político se viene recién en el 2030
y no en el 2025.
Lo último es muy cierto, estamos en un proceso de transición hacia algo
todavía difuso, pero que pone en apuros a los que detentaron el poder en las
últimas décadas y su proyecto político.
Y aquí hay grandes disyuntivas que puede simplificarse en:
Si el nuevo sujeto social e histórico son los sectores urbanos, clase media
y aburguesadas, según el autor, el proceso de cambio y el proyecto subyacente
nacional popular es posible o ya no lo es.
En palabras del autor, no se podría seguir o apoyar un proyecto de una
burguesía nativa. Por supuesto, evitando el culto a la personalidad, causa del
acabose.
Lo segundo tiene que ver con la desracialización del sujeto histórico, campesino
antes y ahora citadino. Y concluye con una propuesta de 5 puntos para continuar
con el proyecto MAS IPSP:
- Unidad y renovación
política
- Capacidad de lectura y
adaptación a las nuevas realidades políticas
- El respeto a las
decisiones orgánicas
- La profundización de la
democracia
- La estabilidad económica
y la defensa de la soberanía.
No se explicita bien en qué consisten estos puntos, pero parecen ser de
sentido común y bastante sensatos.
No obstante, las cuestiones emergentes: campesinas y citadinas, tienen un
punto en común, el indio. Algo que desde hace tiempo atrás venimos diciendo y
pareciera que el MAS y sus dirigentes no lo consideraron.
Lo que indica que lo nacional popular no es posible, sino un proyecto nacionalista.
Por lo segundo y la desracialización, y también los 5 puntos de propuesta,
tienen en común aún una perspectiva clasista, lo que en buenas cuentas lleva a
lo mismo, la paradoja y la incongruencia.
En campo y en ciudad, el indio es el mismo, aunque con modos diferentes.
Quien comprenda esto, gobernará Bolivia mucho tiempo.
Sobre los aparatos e instrumentos, el partido ni el sindicato son
determinantes, sino son eso mismo, instrumentos
que deben ser reemplazados cuando su utilidad ha fenecido. Decisiones orgánicas
pueden servir en la CSUTCB, pero no en las organizaciones periurbanas.
Con todo, el libro de José Llorenti es descollante en la época, pues como se
dijo al inicio, las críticas y autocríticas son escasas, y el texto presente
ayuda a repensar los temas principales, tanto en sus causas y posibles
soluciones.
Pero también es expresión de las mentes lucidas necesarias en un futuro
difuso, pero en el que se hace necesario nuevos líderes pensantes.
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