QUIPUS INCAS Y TIWANACOTAS





 Bernardo Corro Barrientos

Doctor en Economía y Master en Antropología

Cuando se habla sobre los quipus se piensa de inmediato en los Incas como sus creadores. No se piensa que sociedades anteriores, como Tiwanacu, los crearon y utilizaron desde mucho antes. Tampoco se menciona que los aymaras hablantes, incluyendo a los primeros emperadores Incas, los utilizaron anteriormente.

El desconocimiento sobre la historia de los quipus es debido simple y llanamente al oscurantismo tradicional en que se encuentran sumergidas las universidades públicas y privadas tanto en Bolivia como en América Latina en general. 

¿Qué son los quipus? Los quipus significan “nudos en textiles” en el idioma quechua.

Los quipus fueron los instrumentos con los que los administradores del imperio Inca, los quipucamayucs, tanto aymaras como posteriormente quechuas, registraban la información sobre temas como ser las parcelas de tierras y la producción agrícola, la población de los ayllus, las distancias, los episodios de las batallas del ejército imperial, la historia de los emperadores y de sus familias, los intercambios de distintos bienes entre las aldeas y otros asuntos. En general se cree que los quipus se utilizaban sobre todo para actividades contables y administrativas y no para otros asuntos como narraciones diversas.

El quipu es el único instrumento conocido en el mundo de las diferentes escrituras mediante nudos y colores en hilos de lana de camélidos. Las escrituras creadas por otras sociedades antiguas estaban constituidas por figuras talladas sobre piedras, por signos en tablillas de barro seco (Mesopotamia), en cueros de animales y papiros (Egipto antiguo), en cortezas de árboles (Mayas y Aztecas, en pergaminos de piel de animales en la Europa feudal y posteriormente sobre papel en todo el mundo. Se debe añadir que en las últimas décadas las escrituras se realizan sobre medios electrónicos, en computadoras.

Cuando se habla sobre los quipus se piensa comúnmente en los Incas porque el mundo conoció la existencia de esta escritura mediante los escritos de los  primeros cronistas españoles cuando llegaron a América y al Perú. El jesuita José de Acosta (año 1590) describió así el carácter y significado de los hilos de lana llamados quipus: “son quipus unos memoriales o registros hechos de ramales, en que en diversos colores significan diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuánto los libros pueden decir de historias y leyes, y ceremonias y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipus tan puntualmente, que admiran”.

Los virreyes españoles permitieron  su uso durante varias décadas después de la conquista debido a que la población mayoritaria en ese entonces, de habla quechua y aymara, utilizaba esta escritura para sus transacciones y diálogos corrientes. Fue disminuyendo, sin embargo, a medida que aumentaba el uso del español en la administración, así como la escolarización en español de la población. El uso corriente de los quipus durante tantos años permite pensar que existían también españoles en ese período, como el padre Acosta, que aprendieron, entendían y sabían manejar este medio de comunicación.

Según algunas fuentes existirían actualmente 750 quipus registrados en diferentes museos en el mundo.  Otras fuentes mencionan que también existirían algunos centenares más de quipus en colecciones privadas en diferentes países del mundo. Las investigaciones de los últimos quinquenios, muy avanzadas sobre todo en algunas universidades de Estados Unidos, consideran que el 85 por ciento de los quipus mencionados más arriba trata sobre temas contables y administrativos, y un 15 por ciento sobre “otros temas”. Lo de otros temas sugiere a los investigadores académicos, llamados los “quipuólogos”, que esos quipus tratan sobre relatos personales, temas históricos, militares, políticos, religiosos, filosóficos, medicinales y otros. Se espera que se descubra algún día una especie de “Rosseta egipcia” para que un lingüista tipo Champolion pueda descifrar los misterios de esta escritura y lenguaje.

Habría que precisar, llegados a este punto, es que al parecer los “quipuólogos” mencionados no estarían tomando en cuenta es si estos quipus registrados corresponden al aymara cusqueño de los primeros Incas, al quechua de los Incas posteriores, al puquina de Tiwanacu o a otros idiomas de los Andes. ¡Vasto problema!

Se supone -no se puede decir que “se sabe”- que los quipus fueron utilizados en el área andina siglos antes de la llegada de la era cristiana, mucho antes de llegada de los Incas aymaras. Este período coincide con la presencia de la cultura tiwanacota -y de otras como la pukara”- en la región circundante al lago Titicaca, así como al sur del actual Perú, en la costa del océano Pacífico y en el norte de Argentina y Chile. Esta región conocida en la arqueología como “los Andes Centrales Sud“, fue una región de fuerte influencia social, comercial, política y cultural de Tiwanacu.

Desde siglos antes, como después de Cristo, diferentemente a otras zonas de los Andes Centrales, esta región fue poblada por miles de habitantes bajo el dominio político, cultural y militar de Tiwanacu. Los nobles de esta sociedad llegaron a contar con miles de cabezas de camélidos, sobre todo de llamas y alpacas, para transportar diferentes tipos de bienes y alimentos a decenas de poblaciones del territorio mencionado. Las poblaciones beneficiadas se encontraban tanto en el frio altiplano hoy boliviano, en la costa del océano Pacífico, en el sud del actual Perú, , en el norte de Chile y Argentina, así como en el occidente, centro y oriente de la Bolivia actual (Carlos Ponce Sanginés, La Paz, 1995).

El transporte de ida y vuelta de diferentes mercancías de una región que abarcaba una superficie de 600.000 km2 requería obligatoriamente  de instrumentos de registro numérico, contable y administrativo por parte tanto de los dueños como de los beneficiarios de las mercancías. No hubiera sido posible sobrellevar este inmenso sistema de intercambios con la simple memoria de los involucrados. Era necesario disponer de soportes materiales contables al alcance de los habitantes y de los propietarios de los bienes producidos e intercambiados. Este soporte material lo proporcionó la lana de los camélidos ya que no existía en la región en ese tiempo otro tipo mejor, más práctico y accesible de apoyos materiales.

Por otra parte, los camélidos llegaron a conVstituir durante el período imperial de Tiwanacu entre los siglos V dC hasta fines del XI dC cerca de dos millones de cabezas de cabezas de camélidos (Carlos Ponce Sanjinés, id.). Diez siglos antes estos rebaños constituían miles de cabezas asegurando el transporte de ida y vuelta de diversas mercancías entre las decenas de aldeas de la cultura de Tiwanacu y las sociedades vecinas.

Cuando comenzó el transporte de mercancías de ida y vuelta y de larga distancia mediante el trueque entre las decenas de aldeas surgió desde un principio la necesidad de contar con técnicas elementales de registro y de contabilidad de los bienes transportados. Debemos suponer que existían en ese tiempo propietarios, vendedores, así como en uno y otro lado compradores y consumidores. Estos protagonistas se encontraban tanto en los alrededores de la capital Tiwanacu,  en el altiplano hoy boliviano, como en las aldeas de las regiones bajo su control.

Los bienes transportados eran el pescado seco del lago, el charque y la lana de los camélidos, la papa, el chuño, la quinua y muchos otros productos de la región. Posteriormente, durante el período imperial los bienes transportados desde Tiwanacu eran minerales de cobre, vasijas, tejidos finos de alpaca y vicuña, armas y herramientas de bronce, la papa y el chuño y otros. 

Los bienes trasladados a la sede Tiwanacu desde lugares alejados eran pescados animales y aves para carne, así como el guano de la costa que servía como fertilizante para la agricultura intensiva. Cada caravana de transporte de ida y vuelta podía tener cientos de llamas. La llama era el animal especializado para el transporte, mientras que la alpaca y la vicuña servían para producir lana para tejidos y vestimenta.

Como en todo sistema de intercambio y de trueque era esencial para los productores y dueños de las caravanas y mercancías conocer los nombres de los lugares donde debían ser enviados y entregados, así como los nombres de los destinatarios y las cantidades efectivamente entregadas. Este proceso obligó a los protagonistas a inventar y a convenir sobre las formas y colores de los nudos numerales y literales que debían hacerse sobre los hilos. El proceso de convenir y acordar entre diversas personas y protagonistas sobre los significados de las formas y colores de los nudos e hilos debió tomar por supuesto algún tiempo y muchas reuniones y discusiones.

Es obvio que este proceso social y económico de ponerse de acuerdo sobre los signos y significados de los mensajes se realizó también en otras sociedades y civilizaciones. Los signos cuneiformes  de Babilonia, los papiros de Egipto, de los signos Mayas y Aztecas y de otros siguieron el mismo procedimiento. Los antiguos pukaras y tiwanacotas tuvieron que ponerse de acuerdo sobre cada uno de los signos de los nudos para definir los números del 1 al 10 y otros múltiplos hasta los cientos y miles. De la misma manera, tuvieron que ponerse de acuerdo para establecer las formas y colores de los nudos del alfabeto, desde las vocales (a, e, i, o, u), hasta las consonantes (a,b,c,d,e,f,g, h, i, etc.).

Simultáneamente, o tal vez antes del proceso anterior, tuvieron que ponerse de acuerdo para establecer los tipos de nudos y colores para definir los nombres de las personas y de las palabras de su lenguaje corriente. Seguramente estos procesos se ampliaron a la definición de los sonidos de las palabras y de las letras.

A partir de estos acuerdos y convenios sociales, surgieron entonces los mensajes literales entre las personas, los sonidos, los pensamientos y las narraciones sobre distintos hechos.

Como se sugirió, es probable que el descubrimiento de una especie de piedra Rosseta de los quipus incaicos en el idioma quechua, facilitará el estudio y el conocimiento de los quipos incaicos en quechua y en aymara.  Sin embargo, esta esperanza no debe ser un pretexto para no emprender desde ahora el estudio serio de los quipus conocidos.

El estudio de los quipus pukinas de Tiwanacu debe seguir el mismo itinerario. El descubrimiento de antiguas tumbas funerarias tiwanacotas en diversos lugares de la vasta región mencionada y la esperanza de encontrar en su interior quipus pukinas abre la posibilidad de efectuar un avance importante en el conocimiento de esta magnifica sociedad y civilización.

Otra tarea que se debe realizar desde ahora es investigar y determinar que los quipus que hayan sido encontrados en los restos o en cercanías de tumbas funerarias tiwanacotas no sean considerados como quipus Incas o aymaras. Estos quipus deben ser tratados de otra manera.

 

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