Wilson Adrián Mamani Aro
La concepción antropocéntrica que se ha
generado en el posicionamiento de que el ser humano es el centro de todo, ha
llevado al "hombre" a estar acostumbrados a creer que la realidad es
algo firme, que está ahí, funcionando sola, sin nosotros. Como si el mundo
fuera un escenario ya armado, y nosotros simples espectadores. El ser humano es
un engrane mecanizador del funcionamiento de la tierra, por lo que talvez la
realidad no esté del todo definida, y dependa, aunque sea en parte, de nuestra
presencia. Como si algo pudiera cambiar, o incluso comenzar, cuando alguien
aparece.
El propósito del antropocentrismo como teoría
filosófica en la cual se concibe al ser humano y sus intereses como el centro
de todo, por lo que se produce una supeditación de lo “demás” (seres vivos,
medio ambiente, naturaleza, etc.) a las necesidades y bienestar del ser humano.
Ha llevado a una exégesis del origen enigmático por lo que, en la evolución, el
teocentrismo al antropocentrismo se gesta cuando el hombre deja de adjudicarle
la existencia a la divinidad la mayoría de los fenómenos. La humanidad continúa
evolucionando y la ciencia experimenta, descubre y desarrolla, por lo que la
divinidad se ve desplazada para dar pie a la figura dominante: el ser humano.
Vastas investigaciones en lo fundamental del pensamiento, llevan a reflexionar,
a que el dominio irracional del hombre sobre la naturaleza, tiene un origen
concebido en lo dogmático, cuyo objetivo es llegar a un dominio completo de la
naturaleza con vistas a mejorar la suerte del género humano, es decir, una
perspectiva antropocéntrica.
Por su parte, Descartes propuso una visión de
supremacía a los seres humanos como una especie poseedora de alma y mente, en
tanto que el resto de la creación sólo es materia y que funciona inconscientemente.
De esta manera Descartes abrió una breña entre el hombre y la naturaleza
“portaros como si fuéramos dueños y señores de la naturaleza”. En consecuencia,
se dejó fuera a la ecuación de los seres vivos, ya que el ser humano, como
único ser viviente portador de razón se establece como la figura predominante
del planeta, mientras que el medio ambiente pasa a cumplir el papel de un mero
instrumento.
Puede sonar extraño, pero el balance que
descubrió la física cuántica en el corazón de la materia, "es", que
lo real no está del todo definido de antemano, que lo que “es” depende, muchas
veces, del acto de observar, de interactuar, de estar en interrelación. La
materia más elemental no “es” simplemente, porque está, sino que se comporta de
un modo u otro según con quién y cómo se vincula.
En nuestra vida cotidiana solemos pensar que
mirar algo no lo cambia. Podemos observar una flor, un mesón, una abeja, un
árbol, una montaña… y nada parece modificarse. Pero en el mundo infinitesimal,
como en el de las partículas, eso no funciona así. Allí, observar es
intervenir. Cuando intentamos pensar en el movimiento de una partícula,
necesitamos concebir la información, porque el contacto no es casualidad,
altera a la partícula, la mueve, la transforma. Es como si para iluminar a
alguien en una habitación oscura, necesitaríamos elevar una antorcha en la
parte más alta, para observar los pasos que da, por lo que cambiaría de lugar.
La observación nos cambia la perspectiva.
Bajo el régimen del antropocentrismo han nacido
normas, corrientes ideológicas, posturas políticas, etcétera, mediante las
cuales situando al ser humano en el centro manipulan el medio ambiente hasta el
punto de destrozarlo. La intuición magnánima de la física cuántica nos define,
que, no hay forma de conocer sin intervenir, porque somos espectadores pasivos
del mundo y parte del acontecimiento, siendo el conocimiento, una interrelación
del pensamiento.
En ese sentido, la política no es simplemente
lo que hacen los gobiernos o las instituciones. Es ese ámbito donde los
individuos dejan la esfera privada y entran en lo público, donde se hacen
presentes, actúan, toman la palabra. Una experiencia humana en la que las
personas se muestran unas a otras, hablan, disienten, y en ese gesto se
construye un mundo en común, sobre todo, cuando se producirá un encuentro real
en un espacio compartido, que no pertenece a nadie, pero que nos incluye a
todos.
Lo político no es algo que está, sino algo que
ocurre cuando las personas aparecen frente a otros. Tanto la física cuántica
como la política, en su forma más profunda, nos invitan a dejar de pensar la
realidad como algo cerrado, preexistente o inmodificable. Ambas nos exigen la
mirada de lo que ocurre, lo real de un vínculo, lo que en el mundo no se da por
hecho, sino porque esta se constituye en una reciprocidad, donde no hay
observadores externos, sino la presencia de todo ser viviente, al intervenir,
al transformar, al precautelar el deterioro causado a la Tierra, que, tarde o
temprano se sumirá en un daño a la propia especie humana. Por lo que el
antropocentrismo como eje central de la ideología de la constitución política
del Estado, conlleva replantearnos la reformulación estructural, al
reestablecer los cuestionamientos filosófico-jurídicos, como oportunos y
sustentables, siendo que las cuestiones éticas de carácter anacrónico a la luz
de nuevos elementos de juicio, son el tema intersubjetivo entre el ser humano
con el medio ambiente en la naturaleza, como uno de los asuntos que debe
analizarse tomando en cuenta todos los elementos en la tierra.
Así como en lo cuántico no hay una partícula
aislada que simplemente “es”, en la política no hay sentido sin los otros, sin
vínculo, sin pluralidad, porque a la política se la puede pensar como una
estructura, sin embargo, es un acontecimiento que no está hecha de certezas,
sino de probabilidades y posibilidades.
Claro está que necesitamos estructuras. Pero
estamos hablando de la función mecánica de la vida política en la realidad, por
lo que se depende de la acción viva, del cumplimiento de las normas, del
equilibrio en la gestión, de los derechos fundamentales, de las leyes
articulatorias en la estabilidad del punto geológico de nuestra nación.
Hay muchas circunstancias que han llevado a
preguntarnos porque lo político en la actualidad vive en un subyacente acrítico
de desequilibrio, entre lo que ya está hecho y lo que puede llegar a ser.
Incluso comprendiendo que la ciencia del conocimiento, no se produce de la
reticencia, sino que surge del diálogo, del error, de la hipótesis, del
contraste, por lo que el a critismo político soslaya importantes circunstancias
de razones constitucionales.
Podemos pensar en algo cotidiano como una
comunidad que se agrupa en una junta vecinal: Distintas personas, ideas
diferentes, propósitos de convicción, conciencia objetiva, reciprocidad
comunal, historias propias. Se entabla una mesa de diálogo donde se dicen
cosas, se escuchan, se contradicen, se entusiasman. Ha cierto punto se puede
divergir llegando a un acuerdo convergente. En ese preciso momento, la realidad
se estaría creando, se estaría garantizando la intervención de la propuesta,
siendo los puntos de partida como en un experimento cuántico, del simple hecho
de participar, agruparse, organizarse y fortalecerse, cambiando las condiciones
del fenómeno. Por lo que esta forma de pensar en lo político, nos recuerda los
lineamientos prospectivos que, rigoriza romper con algunas ideas instaladas,
como las que se sostiene sobre la constitución política del estado, como algo
ajeno a la vida cotidiana, o que lo que uno haga no cambia nada. Por el
contrario, si cada acto de presencia transforma, entonces entendemos que cada
persona tiene un poder fundamental, como aparecer, decir, actuar, modificar,
decidir la realidad de lo correcto.
La postura que estima la integración que forma
parte de una conciencia intersubjetiva, interacciona en los elementos
reflectivos dentro de ciertos umbrales y límites físicos de sustentabilidad,
adaptación y adecuación, por lo que la reflexión nos lleva a solidificar la
inspirada conversión constitucional, como ética ciudadana con la Tierra, en el
que la conservación es un estado de armonía entre el ser humano con la tierra.
"La posibilidad de un buen comienzo, no
empieza en las urnas ni en los discursos, empieza en la convicción de estar
seguro que estar ahí tiene sentido"
Como hemos visto hasta ahora, el entrelazo del
conocimiento, nos devuelve al origen de la naturaleza que debemos aprender a
utilizar las energías de la tierra para aprovechar mejor los recursos, por lo
que la consciencia del valor ecológico, parte de un reconocimiento de un
parentesco e interdependencia biológica entre todos los seres vivientes, por lo
que vivir articulando un equilibrio, nos llevará a existir en una conexión
entre todos los procesos simbióticos del cual nuestra vida como especie,
depende, de las leyes de la naturaleza.
Por ello resulta una tarea imprescindible
replantearse el peso que adquiere en nuestras legislaciones la postura
filosófica del antropocentrismo, donde la aparición no será inmediata o
multitudinaria. Por lo que un pequeño gesto, una noble acción, cambia las
magnitudes del fenómeno. En ese gesto, el mundo, aunque sea por un instante, ya
no es exactamente el mismo, donde concatenamos a crear flujos razonables, donde
aparecer es un valor de responsabilidad y necesidad, donde la voluntad no es
obligación sino un privilegio compartido. Un cambio mentado en la construcción
y mecanización de las leyes naturales que rigen la protección ecológica,
preservando, protegiendo y subsistiendo en la adecuación precisa de los
derechos humanos y el tiempo que nos permita ser parte del Todo.
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